
Durante los 15 años que pasaron entre un escopetazo que arrancó la mitad inferior de su rostro y el trasplante de cara que terminó con su vida de ermitaño, Richard Norris enfrentó la crueldad de extraños, combatió la drogadicción y consideró el suicidio.
Pero aun si pudiera regresar el tiempo, el residente de una zona rural del sudoeste de Virginia no está seguro de que borraría el accidente que lo dejó seriamente desfigurado.

Con 38 años, Norris ha comenzado una nueva vida: toma clases por internet para obtener una licenciatura en Sistemas Informáticos y la posibilidad de crear una fundación que ayude a costear los gastos diarios de otros pacientes con trasplante de rostro durante el tratamiento.
Ha trabajado con un fotoperiodista que acaba de terminar un libro sobre su caso, tituladoLas dos caras de Richard. Espera que su caso brinde esperanzas a personas en situaciones similares y fomente la compasión a otras.

Norris fue sometido a decenas de operaciones para repararle el rostrohasta llegar a un límite sobre lo que la cirugía convencional podía hacer por él, dijo el médico Eduardo Rodríguez, que realizó algunas de esas operaciones y encabezó luego el equipo en el trasplante de rostro.
Algunas partes de la anatomía, como los párpados y los labios, son demasiado complejas para recrearlas, destacó. "Se puede crear una semblanza de algo, pero puedo garantizarle que no será la normal ni de lejos".
Semanas después que otro médico dijera a Norris que poco podía hacer por él, Rodríguez le presentó otra alternativa: un trasplante.

El primer trasplante de rostro en el mundo fue realizado en Francia en 2005 a una mujer atacada por su perro. De los 27 que siguieron, fallecieron cuatro pacientes.
Al contrario que otros receptores de trasplantes que los necesitan para vivir, los que tienen trasplante de rostro arriesgan la vida por una condición que no es amenazadora, según el médico Mark Ehrenreich, que asesoró al equipo de Norris. Rodríguez sostiene que sus pacientes conocen la situación.
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