Aunque la poca actividad física y una alimentación desbalanceada son señaladas siempre como las raíces de la obesidad, un tercer y nuevo factor sería también causante del aumento de peso: la flora intestinal.
Recientes investigaciones en varios laboratorios del mundo revelan el vital papel de las 2 mil especies de bacterias que habitan el intestino.
El balance entre microorganismos benéficos y dañinos que componen ese microbioma tiene efectos directos en la acumulación de grasa y la aparición de enfermedades relacionadas con la obesidad.
Un reciente estudio publicado en la revista británicaNature detalló que las personas con un microbioma poco diverso, tienden a ser más obesas.
Ellas, además, suelen ganar más peso con el tiempo y sufrir de resistencia a la insulina, síntoma precursor de la diabetes.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron la flora intestinal de 292 personas, con y sin obesidad, y hallaron que la presencia de unas pocas especies bacterianas son suficientes para distinguir entre quienes gozan de una riqueza bacteriana y quienes no. Lo normal es que el sistema digestivo aloje alrededor de un kilo y medio de flora intestinal, destacan.
Cuando el microbioma es diverso, brinda protección contra enfermedades cardiovasculares y diabetes, además de la obesidad. Este vínculo cobra aún más importancia al descubrirse, en el mismo estudio, que una de cada cuatro personas tendría un bajo nivel de bacterias intestinales.
Causa y efecto
Con estos resultados podría argumentarse que, más bien, es la obesidad la que afecta la diversidad de microorganismos presentes en el intestino, y no al revés. No obstante, la Universidad de Washington, en EU, confirmó la relación de causalidad en un estudio aparte.
Científicos de la Escuela de Medicina de esa institución obtuvieron muestras del microbioma de pares de gemelos fraternos e idénticos, en donde uno presentaba obesidad y el otro no.
Posteriormente, colocaron esas muestras en el sistema digestivo de ratas carentes de una flora intestinal propia. El principal hallazgo de la investigación fue un aumento de peso en los ratones que recibieron las muestras de los gemelos con obesidad. Los otros ratones mantuvieron en general un peso normal.
Los científicos luego colocaron juntos a ambos grupos para que compartieran sus microbiomas, pues los ratones suelen consumir heces, ricas en microbios, de otros roedores.
Aquellos ratones obesos que consumieron las heces de sus contrapartes delgadas llegaron a experimentar cambios metabólicos que dieron lugar a una pérdida de peso. Sorprendentemente, el efecto no sucedió en el sentido contrario.
Al parecer, ciertas especies bacterianas en los intestinos de las personas con peso sano las protegerían de la acumulación de grasa.
Después, los ratones recibieron dos tipos de alimento: uno sano, alto en fibra y bajo en grasa; y otro poco saludable, alto en grasa y bajo en fibra. Se encontró que el primer alimento permitió la transferencia a los ratones obesos de la "protección" contra la absorción de grasas, cosa que no ocurrió con la comida menos saludable.
Según los expertos, estos hallazgos permitirán desarrollar productos y terapias alimentarias que promuevan una flora intestinal de beneficio para el organismo.
"En el futuro, el valor nutricional de la comida tomará muy en cuenta nuestra microbiota, y el desarrollo de comida saludable y nutritiva se hará de adentro hacia afuera, y no sólo de afuera hacia adentro", concluyó Jeffrey Gordon, investigador de la Universidad de Washington.
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