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domingo, 4 de agosto de 2013

Cada vez más jóvenes sufren de depresión en Reino Unido

"Perdí meses de escuela, no podía salir de la casa. Despiertas un día y te sientes bien, y más tarde, sin saber por qué, tienes un ataque de pánico. Sientes que el corazón se te va a salir del pecho, físicamente es doloroso. Fue horrible". A Jessica le dijeron que sufría de una crisis de salud mental, y de esa manera recuerda su experiencia. Ahora tiene 16 años, pero en ese momento, tenía 11 años.
Según un nuevo estudio británico, cada vez hay más evidencia de que un gran número de adolescentes padece problemas mentales.
Una encuesta realizada en Reino Unido descubrió que uno de cada cinco jóvenes tiene síntomas de depresión y casi un tercio de personas que tienen entre 16 y 25 años de edad había considerado o intentado suicidarse.
Aparte de tener pensamientos suicidas, quienes padecen del síndrome de depresión sufren de ataques de pánico, dolores de cabeza intensos, sangrado a través de la nariz, dificultades para respirar y temblores, entre otras manifestaciones.
Aislamiento
Cuando Aiden empezó a sentir los síntomas descritos con anterioridad, pensó que se iba a morir; después de hacer una búsqueda en internet acerca de sus padecimientos, se convenció de que tenía un tumor cerebral. Ahora tiene 17 años, pero para él, todo empezó a los 14 años. Se encerraba en su cuarto y lloraba porque no quería agobiar a sus padres con lo que le pasaba.


James tiene la misma edad que Aiden y cuenta que sus problemas comenzaron estando en primaria, cuando empezó a ser víctima de acoso escolar. Esta situación continuó en la secundaria.
"Eso fue determinante en mi comportamiento, en cómo me comunicaba con la gente y cómo me sentía conmigo mismo. Al salir de la escuela, solo quería irme a mi casa, los fines de semana ni siquiera quería salir de compras con mi familia".
La importancia de la ayuda
Los chicos coinciden en que hablar acerca de la depresión es fundamental para salir adelante. También están de acuerdo en que se necesita ayuda para superar este trastorno mental. Quienes lo sufren explican que se trata de una experiencia abrumadora, y por eso no pueden solucionarlo solos.
"Es un problema enorme -afirma James- no nos dicen que se puede hablar sobre el tema, y la clave está en conversar al respecto y encontrar la forma de detener lo que estás sintiendo".
Tomando en consideración la importancia de hablar sobre el síndrome depresivo, una organización de beneficencia inglesa llamada Mindfull lanzó una iniciativa para contrarrestar los efectos de este padecimiento. A través de su página de internet ofrece apoyo, información y consejos a jóvenes de entre 11 y 17 años de edad.


Los miembros de Mindfull están disponibles siete días a la semana, desde las 10 de la mañana hasta la medianoche.
Para Aiden, la detección temprana puede hacer la diferencia. "El que esta generación entienda que está bien hablar sobre el tema, es un gran paso. Si esto se ataca cuando se está iniciando, se evita que se convierta en algo grave cuando tengas más edad".
F:Terra




martes, 28 de mayo de 2013

Mil millones de personas sufren al año una de las 17 enfermedades olvidadas

Charles Darwin no se trajo de América Latina solo el germen de su obra más conocida, El origen de las especies, sino probablemente también un raro parásito que, dicen, le provocó la muerte años después de explorar el continente americano a bordo del buque HMS Beagle. Algunos expertos relacionan, de hecho, los síntomas que dejó anotados en Viaje de un naturalista alrededor del mundo —como mareos, dolores de cabeza e incluso “un insecto blando” que le recorrió el cuerpo y absorbió su sangre— con los que causa el protozoo Tripanosoma cruzi, que transporta una chinche conocida como la vinchuca y que es responsable del mal del Chagas; una enfermedad que es endémica en países tropicales y que, según el arqueólogo y naturalista de la Universitat Oberta de Catalunya Jordi Serrallonga, resquebrajó su salud. Sea como fuere, esta enfermedad es hoy, como entonces, una gran desconocida.

El Chagas forma parte del grupo de las 17 enfermedades tropicales consideradas olvidadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). A falta de cifras oficiales, se calcula que más de mil millones de personas sufren cada año algún tipo de estos males, como la malaria o la enfermedad del sueño, entre otras, que estarían detrás de más de medio millón de muertes anuales. La mayoría de estos enfermos residen en América Latina, Asia o África, aunque la gravedad de sus casos resuena en el centro mismo de Europa. Allí, en Bruselas, Bernard Pécoul lucha desde hace 10 años contra la amnesia global de los gobiernos y la industria farmacéutica, que no ven en estos pacientes “un mercado aprovechable” y, por lo tanto, no dedican tantos esfuerzos a investigar sus enfermedades.



 “Los enfermos olvidados son muchos, tienen poca voz y carecen de poder adquisitivo”, resume al otro lado del teléfono este médico francés que preside la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi en sus siglas en inglés), premiada recientemente con el galardón de la Fundación BBVA Fronteras de Conocimiento en el apartado de Cooperación al Desarrollo.

Pécoul explica que el objetivo de su organización es promover la producción de fármacos asequibles para enfermedades olvidadas y asegurar su distribución gracias a sus colaboradores. “La inversión en este tipo de enfermos es de solo un 10% cuando representan el 90% de la carga en la salud mundial en cuanto a mortalidad prematura y discapacidad”, desgrana este especialista.


• Inversión. Sacar al mercado un farmaco nuevo cuesta unos 1.000 millones de euros, según los laboratorios. DNDi lo consgue por el 10% o el 15%.

• Logros. DNDi ha logrado seis nuevos tratamientos adaptando otros medicamentos. Dos de ellos son para la malaria y han costando 6 y 10 millones de euros. El otro es para la enfermedad del sueño y ha costado cuatro millones.

• Proyectos. Actualmente, DNDi promueve una investigación para tratar la filariasis, otra enfermedad olvidada, cuyo tratamiento calculan que estará disponible en cinco años, y otra para el VIH pediátrico.





Para equilibrar la aritmética, DNDi recurre a sus distintos socios. Uno de los colaboradores más estrechos es la ONG Médicos sin Fronteras (MSF). La doctora Carolina Jiménez cuenta desde Batangafo, un pueblo de 27.000 habitantes en la República Centroafricana, que solo compran medicamentos a compañías farmacéuticas que ofrecen un estándar de calidad de producción y precios ajustados. “Se intenta priorizar los fármacos por vía oral, que no requieren cadena de frío. Estos medicamentos son dispensados en la farmacia del hospital o en las de los centros de salud periféricos donde el paciente recibe la cantidad suficiente para cubrir periodos largos y así reducir el número de desplazamientos”, concreta esta doctora que lo que más ha visto, sobre el terreno, son casos de malaria: “De 2009 a 2012, diagnosticamos entre 18.000 y 24.000 casos al año, de los que se hospitalizaron entre 2.500 y 5.000 pacientes; el 80-90% de ellos eran menores de cinco años”.

El presidente de DNDi lo confirma. Con 655.000 fallecimientos al año (el 86% menores de cinco años), la malaria es una de las enfermedades más mortíferas del continente. Un mal que en España, paradójicamente, se cura con un simple paracetamol y el correspondiente antipalúdico, tal y como explica el doctor Sabino Puente, jefe de la Sección de Medicina Tropical y del Viajero del Hospital Carlos III de Madrid. En cuanto a la enfermedad del sueño, DNDi cree que podría haber unos 30.000 casos por año.

Según esta organización, harían falta alrededor de 3.000 millones de dólares (más de 2.000 millones de euros) para paliar todos estos males. “En ese sentido, la financiación pública es crucial para que la inversión en I+D no tenga que ser recuperada a través del precio final del medicamento”, afirma Pécoul. Los acuerdos con socios industriales son también clave para el precio final de los tratamientos, junto con los esfuerzos para abaratar las materias primas, la optimización de dosis y de los procesos de fabricación de los productos utilizando la tecnología disponible, añade. Uno de esos socios es el laboratorio de GlaxoSmithKline situado en Tres Cantos (Madrid). Según explica una portavoz, GSK ha dado acceso, de forma libre y gratuita, a 13.533 moléculas candidatas contra la malaria, además de llevar a cabo iniciativas para compartir derechos de propiedad intelectual.


Silvia Rejas padece la misma enfermedad que Darwin. Se contagió en Sucre (Bolivia), donde su madre tiene una casa de adobe: el material predilecto de la vinchuca. Sin embargo, el contagio no se produce por la picadura en sí, como sucede con la enfermedad del sueño o la malaria. El doctor Sabino Puente explica que además del picotazo, este insecto de seis patas desprende sus heces: “De modo que al rascarte, introduces el parásito”. Los síntomas van desde mareos y dolores de cabeza hasta inflamación de ganglios y fiebres altas. Según este experto, el Chagas responde bien al tratamiento si se detecta a tiempo en la fase aguda. En la crónica, en cambio, puede afectar al corazón y al aparato digestivo, y esto ocurre en un 30% de los casos, afirma. Rejas tiene 33 años y dice que se encuentra bien, aunque no sabe la suerte que habría corrido en América, donde 100 millones de personas están bajo la amenaza del Chagas, que causa 12.000 muertes al año, a pesar de las distintas campañas de fumigación.

En el capítulo ‘Nube de langostas’, de su relato Viaje de un naturalista alrededor del mundo, Charles Darwin, que murió a los 73 años de un fallo cardíaco, describe la lucha que mantiene una noche de 1835 contra una “vinchuca” a la que describe como “la gran chinche negra de las Pampas”. Entonces escribió: “¿Qué asco no experimentará uno cuando nota que le recorre el cuerpo un insecto blando, que tiene, por lo menos, una pulgada de largo? Su picadura no produce ningún dolor, y es curioso ver cómo se va hinchando su cuerpo; de plano que es, en menos de 10 minutos se convierte en una bola”.

Casi dos siglos después, la lucha sigue viva.

F:ElPais.com

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